Todos conocemos de sobra el término Fiebre del Oro, es sin dudas un calificativo muy bien acuñado para esos acontecimientos que han ocurrido en la historia, donde la locura por el oro ha segado a los hombres que en diferentes circunstancias se han lanzado en masa a la caza del metal dorado.

California fue el centro del conocido como “primero de estos eventos», aquí nació este fenómeno o al menos el término. Un hombre llamado John Sutter, en un lugar no muy lejos de lo que hoy es Sacramento, tenía el sueño de construir una próspera comunidad agrícola a la que llamó New Helvetia (Nueva Suiza), en honor a la tierra de la que provenía.
En esos momentos este territorio aún formaba parte de México, pero ya estaba ocupado por tropas de Estados Unidos y era parte del tratado Guadalupe Hidalgo, donde México se lo traspasaba a Washington. Debemos tener en cuenta que dadas estas circunstancias, California era lo que se conoce como lugar sin Ley y carecía de una estructura política.
El descubrimiento
Llevando a cabo sus planes Sutter contrató a un hombre joven llamado James Marshall para que construyera un molino. Una mañana, el 24 de enero de 1848, Marshall realizaba sus labores, mientras cavaba un canal, cuando notó un brillo resplandeciente en el lecho del río. Según contaría él mismo:
«Recogí una o dos piezas y las examiné atentamente, y teniendo un conocimiento general de los minerales, no podía recordar más de dos que de alguna manera se parecían (a lo que tenía en la mano)… hierro, muy brillante y frágil, y oro, brillante, pero maleable».
Luego tomó unas 4 piezas y se las mostró a otro compañero. Sutter al saber del descubrimiento de sus hombres sintió que esa no era una buena noticia para su proyecto, sabía que si se extendía las consecuencias serían pésimas para él. Por esa razón decidió mantener el secreto.
Pero las noticias vuelan
A pesar de su esfuerzo por mantener la cuestión en las sombras, fue imposible evitar que los hombres divulgaran un rumor que terminaría extendiéndose rápidamente. No pasó mucho tiempo para que la noticia llegara a Samuel Brannan un editor y propietario de una tienda en San Francisco.
Brannan al confirmar la veracidad de lo que se rumoreaba ideó rápidamente un astuto plan. Compró todos los medios para minería que pudo y montó una tienda donde revenderlos. Después vistió elegantemente y se paseó por las calles del pueblo con un vaso repleto de pedazos de oro mientras gritaba:
«¡Oro!, ¡Oro! ¡Oro! ¡Oro del Río de los Americanos!».
Después de eso fue solo cuestión de algunos meses para que la noticia llegara al otro extremo de América del Norte. En agosto ya la costa este resonaba con aquel grito de Samuel Brannan y en diciembre el propio presidente Knox Pold hacía oficial el descubrimiento frente al congreso de los Estados Unidos.
Comienza la carrera frenética por el oro
Inicialmente los propios pobladores de las cercanías abandonan sus pueblos para ir a buscar oro, por ejemplo San Francisco fue prácticamente abandonado, aunque por poco tiempo. La noticia se replicaba en todos los periódicos y pronto miles de prospectos se alistaban para hacer largos recorridos rumbo a California.

“La tierra dorada de California” comenzó a experimentar oleadas de inmigrantes que invadieron el territorio desde diferentes direcciones. En un principio los primeros en llegar para hacer trabajos mineros eran los propios californianos y estadounidenses, sobre todo procedentes de Oregón, aunque también mexicanos, chilenos, peruanos, etc.
Estos pudieron recoger grandes cantidades de oro en poco tiempo, miles de dólares por día en ciertos casos.

Ya para 1849 la noticia dorada se había extendido a Latinoamérica, Europa e incluso Asia. En consecuencia una abrumadora cantidad de buscadores de oro y mercaderes comenzaron a llegar. Los estadounidenses fueron uno de los grupos más grandes con miles y miles de hombres que arribaban por tierra y algunos por mar.
También llegaron mexicanos desde las zonas mineras de Sonora en México, muchos neozelandeses, europeos sobre todo franceses acompañados de algunos alemanes y españoles y un importante número de chinos.
Solo en ese año se contabiliza un estimado de 90.000 inmigrantes. Los buscadores de oro llegados en el 49 se les conoció posteriormente como los Forty-Niners en alusión a ese año. En 1855 la cantidad de mineros, comerciantes y otros se contabilizaban en 300.000 aunque hay fuentes que dan cifras de unos 500.000.
Del dicho al hecho y las consecuencias más relevantes
El frenesí mediático inicial puede considerarse como el gran impulsor de este movimiento migratorio, pero en muchos casos se llegó a exagerar, en algunas ocasiones se llegaba a afirmar que la cantidad de oro era tal que las pepitas podían recogerse directamente del suelo, pero la realidad era totalmente diferente.

Algunos afirman que los más beneficiados fueron aquellas personas que montaron negocios para proporcionar diferentes servicios a los mineros como hizo el propio Samuel Brannan, aunque la realidad era más compleja.
Este gran suceso generó un cambio notable en California, se puede decir que en algunos aspectos fue positivo para el desarrollo local, aunque los efectos negativos también son importantes. Por todas partes se fundaron nuevos pueblos, pero muchos de estos luego de acabarse el oro terminaron abandonados pero no todos corrieron esa suerte.

Fuente: Commons Wikipedia
El caso más relevante es sin duda San Francisco, si para 1848 la cantidad de habitantes eran de 800 personas en 1850 vivían 25.000.
El puerto adquirió gran relevancia a medida que compañías mercantes se volcaron a satisfacer las necesidades de tantos emigrantes, en apariencia ellas era un buen negocio, bueno, hasta que atracaban y los marineros huían de sus embarcaciones con rumbo a los campos mineros.
Fueron tantas las tripulaciones que desertaron que sus barcos fueron reutilizados por emprendedores para construir almacenes, tiendas, posadas y hasta una prisión flotante.
El territorio se transformó totalmente con el desarrollo de nuevas ciudades, ferrocarriles, puertos, y una administración política que permitió que se reconociera a California como estado de la Unión.
Surgieron muchos nuevos negocios y empresas que brindaron servicios a los emigrados. Algunas de las que aparecieron durante la fiebre del oro en California lograron trascender en el tiempo y aún hoy existen, como por ejemplo los jeans Levi’s y el banco Wells Fargo.
Pero no todo fue color de rosas
Los efectos de la minería fueron muy negativos para el entorno natural, aún hoy se pueden ver los daños. Por otra parte, la travesía para llegar a California tenía muchos peligros y entre enfermedades y accidentes muchos nunca llegaban. A medida que el oro disminuía fueron ocurriendo enfrentamientos muy violentos por el control de las zonas mineras.

Otro punto negativo fue el desplazamiento forzado y exterminio de las tribus indígenas que vivían de la cacería y la pesca en la zona. Los que no murieron en manos de los mineros o de enfermedades, quedaron desplazados.
Algunas ciudades de crecimiento rápido se volvieron ciudades fantasmas cuando se agotó el oro. Pocos prospectos se harían verdaderamente ricos, otros simplemente se quedarían en la ruina o apenas con alguna pequeña ganancia.
De cualquier manera es un hecho que la codicia se convirtió en uno de los movimientos humanos más grandes de la historia de Estados Unidos, al tiempo que generó un fenómeno económico, político y social que transformó el destino del estado y lo hizo crecer en poco tiempo, aunque no faltaron las muertes, los genocidios y la violencia.