La leyenda de El Dorado

Durante todo el proceso de conquista y colonización de América la búsqueda de riquezas, sobre todo de oro, fue una constante que caracterizó aquellos primeros siglos de presencia europea. El imaginario de los conquistadores magnificaría el asunto a medida que nacían los mitos, uno de ellos “El Dorado.”

El Dorado

Es importante entender que las historias míticas que llegaban a Europa eran verdaderamente sorprendentes y deslumbraban a no pocas personas. En muchos casos los conquistadores eran aventureros que vendían sus propiedades en España para poder costearse el viaje. 

Dejar todo y viajar al nuevo continente tenía como centro el único propósito de hacerse ricos. La obsesión por el oro y las riquezas era tal que el propio Cristóbal Colón, en su diario, menciona la palabra oro más veces que la palabra dios, 139 ocasiones para ser exactos.

Engañados por los Indios, el nacimiento de un mito

Como bien sabemos, los encuentros entre españoles y aborígenes, en la mayoría de los casos era perjudicial para los segundos, a medida que avanzaba la conquista y los pueblos originarios se sentían amenazados, estos buscaban formas de librarse de los extranjeros. 

Conquistas en méxico para obtener el oro azteca
Retrato de Montezuma

A sabiendas de los deseos europeos, los habitantes, con tal de quitarse a los españoles de encima, creaban cuentos e historias de ciudades talladas en oro y con techos de esmeraldas, alimentando la imaginación “del hombre blanco.” 

Lo que les contaban no parecía muy descabellado teniendo en cuenta que ya se habían dado experiencias como la del tesoro de Montezuma.

El cenit de esas historias llegaría luego de la conquista de Quito (Ecuador). Se pensaba que este territorio era más rico que Cusco, pero era todo lo contrario. Sin embargo a Sebastián de Belalcázar le llegaba la noticia de una tierra más al norte, Cundinamarca, donde se dice que cubrían a los reyes en oro después de muertos para ofrendar a los dioses.

Los Muisca y la construcción de una leyenda

Los Muisca eran un pueblo que se encontraba asentado en Cundinamarca. Este había sido tan avanzado como las civilizaciones Maya, Inca y Azteca. Para ellos el oro representaba la energía contenida en la trinidad de Chiminigagua que significaba el poder creador de todo lo que existe. 

Precisamente una ceremonia de los Muisca dio nombre a esta leyenda que con el tiempo se transformó de: “El hombre Dorado” a “El Dorado”

La narrativa que cuenta esta tradición fue descrita por Juan Rodríguez Freyle en su crónica El Carnero. Los Muista realizaban un ritual en el lago Guatavita, muy próximo a lo que es hoy Bogotá. Freyle no cuenta que: 

La ceremonia tuvo lugar en el nombramiento de un nuevo gobernante. Antes de asumir el cargo, pasó un tiempo recluido en una cueva, sin mujeres, prohibido comer sal o salir durante el día. El primer viaje que tuvo que hacer fue ir a la gran laguna de Guatavita, para hacer ofrendas y sacrificios al demonio al cual adoraban como su dios y señor. Durante la ceremonia que tuvo lugar en la laguna, hicieron una balsa de juncos, embelleciéndolo y decorándolo con las cosas más bonitas que tenían. Pusieron en ella cuatro braseros encendidos en que quemaron mucho moque, que es el incienso de estos naturales, y también resina y otros muchos perfumes. La laguna era grande y profunda, para que en ella pudiera navegar un navío de costados altos, todo cargado de infinidad de hombres y mujeres ataviados con finas plumas, placas de oro y coronas. … Tan pronto como los de la balsa comenzaron a quemar incienso, también encendieron braseros en la orilla, para que el humo ocultara la luz del día.

En este tiempo, despojaron al heredero a su piel, y lo ungieron con una tierra pegajosa sobre la cual pusieron polvo de oro para que quedara completamente cubierto con este metal. Lo colocaron en la balsa… ya sus pies pusieron un gran montón de oro y esmeraldas para que ofreciera a su dios. En la balsa iban con él cuatro jefes de súbditos principales, ataviados con penachos, coronas, brazaletes, colgantes y orejeras, todo de oro. Ellos también estaban desnudos, y cada uno llevaba su ofrenda… cuando la balsa llegó al centro de la laguna, levantaron una pancarta en señal de silencio.

El indio dorado entonces… [echó] todo el montón de oro en medio de la laguna, y los caciques que lo habían acompañado hicieron lo mismo por cuenta propia. … Después de esto arriaron la bandera, que había permanecido izada durante todo el tiempo de la ofrenda, y, mientras la balsa avanzaba hacia la orilla, se reanudaron los gritos, con flautas, flautas y grandes equipos de cantores y danzantes. Con esta ceremonia se recibía al nuevo gobernante, y se le reconocía como señor y rey.

Esta es la ceremonia que dio luz al mito dorado, aunque esta versión de Freyle no es la única. Juan de Castellanos, un sacerdote e historiador escribió en el siglo XVI lo siguiente: 

  • Indio forastero, venido de lejos,
  • que en el pueblo de Quito moró.
  • Y el vecino decía ser de Bogata,
  • Allí habiendo venido, no sé por qué camino,
  • Con él habló y anunció solemnemente
  • Una tierra rica en esmeraldas y oro.
  • También, entre (nosotros) las cosas que ellos comprometieron,
  • Un cierto rey del cual él habló, desnudo,
  • Sobre un lago solía, a bordo de una balsa,
  • Hacer oblaciones, como él mismo había visto,
  • Su forma real cubierta con aceite fragante
  • Sobre el cual se colocó una capa de oro en polvo
  • desde la planta del pie hasta su frente más alta,
  • resplandeciente como el rayo del sol.
  • Llegadas sin fin, dijo además,
  • estaban allí para hacer ricas ofrendas votivas
  • de baratijas de oro y de esmeraldas raras
  • y diversos otros de sus ornamentos;
  • Y digno de crédito estas cosas afirmó;
  • Los soldados, ligeros de corazón y bien contentos,
  • lo apodaron entonces El Dorado , y el nombre
  • de innumerables maneras se extendió por todo el mundo.

La búsqueda de «El Dorado»

En 1539 Belalcázar sería el primero en aventurarse a buscar el mágico lugar, todo a escondidas del conquistador del Perú, Francisco Pizarro. Ya avanzada su expedición y sin encontrar rastro alguno de la mítica ciudad, Sebastián se percató que Gonzalo Jimenez de Quesada (enviado de Pizarro) se había adelantado a sus pasos. 

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Durante varios años los dos conquistadores y un alemán, Nicolás de Federmán se disputaron el control de aquellas tierras, la búsqueda finalmente terminaría en fracaso y Pizarro castigaría a Sebastián de Belalcázar por desleal y en su lugar designó a su hermano Gonzalo como nuevo gobernador de Quito. 

Otra expedición partía en busca de oro y especias pero solo quedó en la historia como el descubrimiento del Amazonas, llamado así ya que el grupo de Francisco de Orellana fue atacado por guerreras indias que recordaban a “las amazonas” de la mitología griega. A Orellana se le atribuye este descubrimiento. 

Otro conquistador, Pedro de Ursúa, a diferencia de Orellana que se lanzó solo a una aventura a lo desconocido, tenía un claro objetivo, encontrar “El Dorado”. La expedición partía en 1560 y sus más de 400 soldados tenían mucha experiencia y valentía pero no se tuvo en cuenta su moral y apego a la autoridad al ser escogidos.

Esto marcaría el oscuro destino de la travesía y Ursúa lo pagaría caro. Luego de meses sin encontrar nada los hombres, apoderados de la locura, terminaron apuñalando a Pedro de Ursúa en 1561. Lope de Aguirre, el cabecilla de la insurrección, lograría el poder de la expedición luego de una cadena de violencia y asesinatos. 

Una vez al mando cambió los planes y abandonó la búsqueda, protagonizando en cambio un levantamiento contra la corona, sin embargo también terminaría asesinado por sus propios hombres. 

Más tarde en 1570 Hernan Pérez de Quesada financió la que sería una de las expediciones más desastrosas en la búsqueda de “El Dorado». De los 300 españoles apenas sobrevivieron 64, 4 indios de 1500 y solo 18 de 300 caballos. Todo esto sin encontrar absolutamente nada.

Pero ese no sería el fin de la loca ambición de encontrar las míticas riquezas. La persecución de ese sueño no se detuvo hasta bien entrado el siglo XVIII, costando la vida de miles de hombres y perdiéndose grandes cantidades de recursos. 

El mito ceremonial de la laguna Guatavita motivó a varios conquistadores a intentar vaciarla infructuosamente. En uno de los intentos, donde se logró disminuir 20 metros el nivel del agua, la codicia terminó enterrando a varios trabajadores al derrumbarse el borde del lago y sin lograr adquirir el codiciado Dorado.

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